domingo, 1 de marzo de 2015

KINGSMAN

MENOS ES MAS
Cuando uno recuerda "James Bond contra el Dr. No" viene a la memoria una película alegre, entretenida, con una considerable carga de erotismo, en la que acción y discurso estaban perfectamente equilibrados. Los siguientes episodios de la saga fueron perdiendo gradualmente aquellas virtudes. Ahora, "Kingsman, Agente secreto" pretende ser una parodia de aquellas, a las que hace constantes referencias, para lo cual ha contado con los mismos ingredientes, salvo el erotismo que brilla por su ausencia, y que resulta ser uno de los más fundamentales. Pero el problema no está ahí: lo que se ha perdido totalmente es el equilibrio, lo que hacía que las películas de Bond procuraran un entretenimiento seguro ( sobre todo las de Bond-Connery y algunas de las de Roger Moore y Pierce Brosnan). Ahora todo se nos da en demasía, hasta producirnos un hartazgo y, en definitiva, empacho, aburrimiento. Todo dura excesivamente, las peleas, los gags, los efectos especiales, los discursos. Al terminar Kingman, se nos pierde la parodia y uno piensa y desea que alguien con criterio se siente en una sala de montaje (diríamos con una moviola si todavía se rodara en celuloide), y proceda a aligerar la película, a podarla de todo lo que le sobra, a dejarla reducida a su esencia, a su prístina intención paródica  que, en sí misma, resulta encomiable. Y es que parece que el cine de hoy ha olvidado la máxima de Mies Van der Rohe y en lugar de menos es más, se siente obligado a "cuanto más y más largo, mejor". Creo que ya he hablado de esto. Las buenas intenciones no bastan, de  ellas está empedrado el camino del fracaso, aunque en este caso, la pretensión es tan leve, que carece de importancia.

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