martes, 28 de julio de 2015

LIO EN BROADWAY

IMPOSIBLES

"Que pena, se ha muerto Lubitsch".
"Peor aún"- contestó Wyler-"Ya no habrá más películas de Lubitsch".                                                                              

El cine clásico, el de la edad dorada, está muerto y es claramente irrepetible. Bogdanovich lo intentó, y le salió bastante bien, en "¿Que me pasa doctor?" o incluso en menor grado, en "Todos rieron". Pero en esta ocasión el patinazo es importante. El caso es que el guión presenta situaciones adecuadas para una "screwball comedy", pero lo que sucede es como si la cámara no supiera que hacer con ellas. Existe un problema de contención, de frenazos intermitentes (la conversación entre Izzy y la periodista es un buen ejemplo), que destrozan el ritmo y alteran la continuidad de la película. Uno está con media sonrisa, esperando algo que le haga soltar la carcajada, pero nunca sucede. Si se quería homenajear a Lubitsch, recordemos que en él todo era sutileza. De no poder llegar a eso, hubiera sido más eficaz usar la brocha gorda y lanzarse por el camino del desmadre, algo que sí ocurría en "Que ruina de función". 
Es una pena que alguien que ama tanto el cine y conoce tan bien a los clásicos como Bogdanovich, se haya equivocado, sobre todo por el tiempo pasado desde su última película. Bien todos los actores, pero atención a Imogen Poots,  aporta frescura, borda su papel y tiene una sutil vis cómica. Ella es lo único que a Lubitsch le hubiera gustado.

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