domingo, 24 de septiembre de 2017

LA REINA VICTORIA Y ABDUL

FIABILIDAD
Stephen Frears es un director fiable: lo que hace puede estar bien o muy bien, pero casi nunca mal. Aquí, como atractivo añadido, cuenta con la presencia casi permanente de Judy Dench protagonista de este relato sobre los últimos años de la reina Victoria de Inglaterra y su extraño secretario-ayudante-maestro indio.Todo podría considerarse una crítica del colonialismo, del absolutismo con el que se regía un imperio o un acerbo retrato de la corte de St. James, como se organizaba o lo que se movía a su alrededor. Eso está, pero en un tono tan moderado, que apenas puede considerarse crítico. Hay un ataque más directo a la xenofobia británica pero, en cualquier caso, la película no va por ahí, está volcada en la relación entre dos personas, aparentemente muy distintas pero que, de forma sorprendente, encuentran un espacio común que deviene en amistad.
Frears ha mitigado mucho sus impulsos con el paso de los años, ha perdido acidez y ha ganado su parte comercial. En esta ocasión, lo que verdaderamente vale la pena, es contemplar a una Judy Dench increíble, en la cumbre de su arte interpretativo. Para unos no será bastante, para otros, entre los que me incluyo, es el principal atractivo de un producto simplemente entretenido. No más.

domingo, 17 de septiembre de 2017

CHURCHILL

SOLIDEZ
Si tuviera que definirla con una sola palabra, diría que esta es una película sólida: correctamente dirigida, muy bien interpretada (en particular por Miranda Richardson, John Slattery y todos los secundarios, mejor que Brian Cox que tiene tendencia a pasarse), y, como es tradicional en el cine inglés, maravillosamente ambientada.
Pero ¡Ay! por un lado se queda corta y por otro derrapa. Corta porque su escaso presupuesto no permite una sola escena bélica, que en algún momento serían absolutamente necesarias (sea Gallipoli o el Londres arrasado por los bombardeos, y derrapa porque el guion nos muestra a un Churchill no solamente opuesto a la operación Overlord por motivos humanitarios, sino totalmente alienado, enloquecido, y fuera de la realidad, incapaz de reconocer que su tiempo ha pasado y a punto de emprender la retirada, olvidando que volvió a ser elegido primer ministro en 1951. Tal y como lo vemos aquí, el país, no la guerra, está dirigido por su mujer. Hay que entender que resulta difícil hacer una película bélica sin que la guerra aparezca, y ahí es donde ese director de nombre casi imposible, Jonathan Teplitzky, fracasa, al presentar un protagonista por el que todo su entorno siente un considerable desprecio, olvidando su carisma personal y los logros que lo hicieron famoso.

domingo, 10 de septiembre de 2017

VERANO 1993

CINE Y MEMORIA
Según sus propias declaraciones, esta es una película autobiográfica de su directora y guionista, Carla Simón, cuando tras la muerte de su madre a causa del sida, pasó a vivir en la casa de sus tíos, una masía aislada en un pequeño pueblo de Gerona. Pero los recuerdos no son suficientes para hacer una película, hace falta algo más. En este caso se limitan a una serie de estampas, fragmentadas, que lo único que nos dicen es que la protagonista era una niña traumatizada, mimada y puñetera por decirlo suavemente. El guion no explica ni aclara las razones, ni justifica las tensiones familiares que aparecen. Esa familia que la acoge, ¿Quien son? ¿Qué hacen? ¿Por qué ellos y no otros? En ningún momento se recoge su adaptación gradual a su nuevo entorno, o se nos traslada su búsqueda de cariño o las razones que la motivan a hacer daño a los que la rodean.
La carencia de ilación, de continuidad, perjudica un relato de por sí oscuro, feísta y claustrofóbico. Los actores se limitan a estar ahí, sin más, solo su tía y su prima, la pequeña Anna, son creíbles, porque la protagonista es excesivamente inexpresiva y nunca refleja su tormenta interior. Desde un punto de vista aséptico, el resultado de todo esto recuerda el proyecto fin de carrera de una alumna brillante de una Escuela de Cine: buenas intenciones pero apenas se cumplen las expectativas. Aprobado justo.
PS. Salvo razones políticas, que no hacen al caso, su elección para los Oscar no la entiendo mucho, pero vaya usted a saber; a lo mejor gusta su exotismo.

domingo, 3 de septiembre de 2017

LOS CASOS DE VICTORIA

DESINHIBICIÓN
Desde hace ya algún tiempo, las comedias modernas, y en particular las francesas, han encontrado dos nuevos ingredientes: el sexo y la total desinhibición de sus personajes. Sucede así en esta película, un tanto incoherente, que se mueve entre su aspiración a ser un remedo de las de Woody Allen puestas al día, y las viejas "screwball" americanas. Todo en ella resulta caótico, como su protagonista, desprovista de toda moral y de cualquier inhibición, sin que la narración muestre el menor deseo de tener que explicar como y porqué ha llegado a ese extremo vital. Sino fuera porque ese papel está interpretado por Virginie Efira, capaz de enfrentarse con éxito a las situaciones más inverosímiles, el conjunto sería infumable, pero está ella, y su presencia, casi permanente, ilumina los 95 minutos que está en pantalla.
Con todo, eso no es suficiente para salvar el producto, porque para hacer una buena "screwball", y a la historia me remito, hace falta un talento del que Justine Triet, guionista y directora, lamentablemente carece.