Estamos en los USA, en Sacramento, California, en 2002, con la herida del 11-S aún fresca en la memoria. Greta Gerwig nos ofrece una casi biografía de su último año en la escuela (una no muy estricta institución católica), pero también algo mucho más trascendente en la vida de una muchacha de 18 años: el adiós a la adolescencia, los primeros pasos en la madurez, el abandono de muchos sueños y el choque con la vida real. Y esta joven rebelde, como debe ser, con una madre excesivamente controladora, retrata perfectamente a toda una generación y aquí están recogidos todos sus defectos y virtudes: la relación amor-odio con los padres, el ansía de libertad, el primer porro, la primera, y generalmente frustrada, relación sexual, la primera borrachera, la búsqueda de lo que uno mismo quiere ser.
Guión y dirección fluyen en perfecta armonía, pero dudo que esta maravillosa película fuera lo que es si Lady Bird, o Christine, si no estuviera Saoirse Ronan, en una interpretación tan inconmensurable que no se puede imaginar otra protagonista. Y eso sin desmerecer la del resto de actores, con Laurie Metcalf a la cabeza en el papel de la madre, que completan el retrato de una época de la vida que marca inexorablemente el futuro de cada uno.
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