Película sobre la práctica de un malvado capitalismo en el seno de una multinacional francesa (90.000) empleados, en la que se cuenta su plan secreto para poder despedir a sus trabajadores creando para ellos unas condiciones tanto físicas como morales, que pretenden conseguir que presenten su dimisión de forma voluntaria. Los ejecutores del plan son un Director General (Lambert Wilson) y una Jefa de Personal dócil e insensible (Celine Sallette) a las órdenes de un jefe supremo, que a modo de un gran hermano, aparece solamente a través de la pantalla de un ordenador.
El tema no es nuevo, el cine americano nos ha proporcionado buenos ejemplos (Narrow margin, Up in the air, Glengarry Glen Ross...), pero aquí se introduce un elemento nuevo, el suicidio de una de las víctimas del proceso. A partir de ese momento, la historia adquiere otro tono con la toma de conciencia de la responsable directa, rebelándose contra su cometido, y una aproximación al thriller al contar su lucha por exponer la verdad con la ayuda de una combativa Inspectora de Trabajo (Violaine Fumeau).
Todo está bien, el ritmo es bueno, los actores notables, en particular Celine Sallette, pero esta batalla entre pequeños contra gigantes, carece de algún modo de la épica suficiente para que las situaciones se planteen hasta sus últimas consecuencias, y nos deja un final, casi un "happy end", que no está en consonancia con lo visto.