lunes, 15 de octubre de 2018

COLD WAR

CINE DE SIEMPRE
Fotografiada en un exquisito blanco y negro, Pawel Pawlinowski nos ofrece, después de "Ida", otra obra maestra. Porque esto es lo que es esta historia de amores imposibles, en la que los protagonistas están incapacitados para convivir, tarados, cada uno a su modo, por una educación staliniana en la Polonia comunista, que solo les permite encontrarse animicamente cuando hacen el amor, momentos preciosos que se atesoran como imágenes fugitivas de un proyecto de vida irrealizable.
No hay necesidad de extenderse más, sobre la interpretación, espléndida, o el ritmo, tan adecuado a lo que la película exige. Sobra todo. El lirismo, la pasión, las emociones, llegan con tal intensidad que da miedo que el director se deslice en un futuro hacia el cliché, ante la imposibilidad de seguir haciendo un cine tan hermoso.

domingo, 7 de octubre de 2018

EL REINO

NO ES PARA TANTO
Desde hace ya algunos años, el cine español ha producido con un cierto éxito, películas de género negro o intriga. Buena muestra de ello fueron por ejemplo "La Isla mínima" o "No hay paz paras los malvados". Sin embargo, como si eso no fuera suficiente, se está cayendo en un cierto manierismo, en el uso de clichés estéticos, con el fin, es un suponer, de darles mayor empaque. "El Reino" es una buena muestra de esa tendencia.
Rodrigo Sorogoyen en la que es su tercera película, que trata de la corrupción en un partido político y en todas las instituciones sobre las que interviene, un tema de mucha actualidad, no desdeña el thriller, pero lo adorna con un lenguaje cinematográfico que roza el estilismo y logra desvirtuar la esencia del relato. El uso de cámara objetiva (aunque pretenda justificarse), de fondos desenfocados y el abuso del primer plano hasta llegar a frivolizarlo, junto con el extremo comportamiento del protagonista que cae en lo inverosímil, el excesivo metraje y un final con moral que se queda en nada porque evita lo importante que es el impacto social de las revelaciones del corrupto, contribuyen a degradar la narración.
Todo se tolera porque el producto entretiene, en términos generales el ritmo es el adecuado y los actores están a la altura de las circunstancias, pero uno se queda con un sabor un tanto amargo porque el barroquismo estropea lo hubiera podido ser una muy buena película.