Película de espías, de infiltrados, de gente que no se sabe bien que cartas juega, si están del lado del bien o del mal, porque las oscuras fuerzas que se mueven en un Beirut devastado por la guerra (la CIA, los israelís, la OLP, Hamas o sirios) tienen todos viles intereses en el conflicto y son capaces de utilizar cualquier recurso para llevarse el gato al agua. En ese viciado mundo, un ex-agente recuperado para el servicio y una, rara avis, honesta operadora de la CIA, se mueven intentando seguir unos principios morales en el caos que les rodea.
Espléndido guion de Tony Gilroy, reminiscente de la obra de Le Carré, y una dirección simplemente correcta pero fluida de Brad Anderson quienes, sin poner un acento excesivo en la violencia, crean un preciso retrato de lo que era y es, la situación en el Oriente Medio. Una ambientación perfecta y actores excelentes, con Jon Hamm y Rosamund Pike a la cabeza, dan verosimilitud a un relato que de forma constante mantiene el interés del espectador y profundiza en la atormentada vida de sus personajes.
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