Woody Allen rebusca en el baúl de sus recuerdos y encuentra unas cuantas ideas que ya había tratado anteriormente pero a las que todavía puede sacárselas algo de jugo. A los espectadores forofos del director (entre los que me cuento), les vendrá a la memoria "Manhattan" (relación maduro - jovencita), "Delitos y faltas" (crimen impune) o "Match point" (más de lo mismo pero introduciendo el factor suerte).
Dicho lo anterior en relación con el argumento, aquí sucede lo que cabe esperar de un gran director: un guión admirablemente construido, una realización fluida con el ritmo adecuado, actores que dan lo mejor de sí mismos y unos diálogos con alguna que otra chispa y las justas dosis de la filosofía del autor. En suma, un bien acabado producto de un equipo con mucho rodaje y muchos años de trabajo juntos.
¿Qué pasa entonces? Pues que todo deja una sensación de "dejá vu", de que lo hemos visto antes pero mejor, que se ha perdido la originalidad y ¿por qué no decirlo?, la chispa, la magia que siempre aparecía en las películas de Allen. Aun así, dejemos claro que esto es mejor que el 99,9 % del cine que vemos habitualmente, y que, en cualquier caso, está muy bien. Pero uno esperaba, como siempre, algo más. Habrá que aguantar hasta el año que viene.
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