viernes, 30 de diciembre de 2016

HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE

EMPACHO
A Mel Gibson ya le ha sucedido antes. Hace cosas bien intencionadas, que están bien, en algún momento muy bien, pero siempre se nos da en demasía. Esta historia del objetor de conciencia que desea a toda costa defender a su país pero sin tocar un arma (estamos en 1945, en Okinawa, al final de la GM II), da para una primera parte muy buena, para una segunda bien contada, con crueles escenas de batallas al estilo de Spielberg en "Ryan" pero con mucha más sangre y vísceras (aquí ya se empieza a asomar la oreja) y todo desemboca en un final en el que el "american macho-man" acaba por imponerse y como colofón, se nos obsequia con un plano en el que una camilla parece elevarse hacia el cielo donde solo se echa de menos un coro angélico. Si se deseaba que los japoneses aparecieran como más brutales, no me parece que se haya logrado; el manejo del lanzallamas por parte de los americanos da lugar a unas imágenes igualmente feroces y desagradables.
Aunque se trate, como en este caso, de una historia real, el cine tiene sus propios códigos de verosimilitud. La sobriedad es una virtud de la que Gibson carece. Una lástima.

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