Por culpa de una otitis, la mujer de un famoso productor cinematográfico (Alec Baldwin), se ve obligada a aceptar que uno de los socios de su marido la lleve a París desde Cannes en su coche. Lo que podría ser una "road moovie" en la que alguno o ambos protagonistas descubrieran su auténtico interior o entablaran una relación que diera un nuevo sentido a sus vidas, se transforma en una hortera excursión turística y gastronómica carente totalmente de interés. A los diez minutos de película, uno siente profundos deseos de matar al acompañante francés (Vincent Audiard) y rescatar a la pobre Diane Lane de las garras de semejante estúpido. Hay escenas de relleno y otras que suscitan vergüenza ajena.
Eleanor Coppola, fabricante de este engendro, quizá se haya divertido rodándolo o disfrutado de buenas comidas de cocina francesa tradicional (nada de nouvelle cuisine), pero el cine es otra cosa. Solo se soporta la madura belleza de Lane y unos bonitos paisajes. No hay más.
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